Año 8. Nº 2
EL AGAVE AMERICANA
(AGAVE AMERICANA L.):
USO ALIMENTARIO EN EL PERU
Oriana Pardo Briceño
Vía Vito Bering 16/2. 00154 Roma, Italia
orianapardo@hotmail.com
RESUMEN
La importancia alimentaria de aguamiel de Agave americana y la producción de sus derivados está muy bien documentada para México. Las referencias para el Perú en cambio, son prácticamente inexistentes. Según la literatura, la especie se recomienda para las zonas medias del altiplano andino peruano (3.000 a 3.800 msnm) para obtener fibras, retener suelos e incluso como alimento para el ganado, pero las referencias para la alimentación humana son muy escasas. En este artículo se profundiza una información entregada anteriormente por la autora relativa a la producción de chancaca a partir del aguamiel, observada en la cuenca media del río Mantaro. Aunque el proceso es de uso local, se ha creído útil darla a conocer no solo por la escasez de referencias, sino para poner en evidencia su potencial económico.
Palabras clave: Agave americana, Agavaceae, etnobotánica, flora del Perú,
ABSTRACT
The nourishing importance of Agave americana L. ´sap and the production of its derivatives, are very well documented for Mexico, but the references for Peru are however practically nonexistent. According to literature, the species is recommended for the medium Peruvian Andean plateau (3,000 to 3,800 meters) to obtain fibers, to retain soils, and still as food for cattle, but references for the human feeding are very scarce. In this article, the author deepens into a former information given about chancaca (brown sugar) production, obtained from the agave’s sap, observed in the basin of the Mantaro river. Although the process is very restricted, she has been believed useful to present it, not only by the shortage of references, but mainly to put in evidence its economic potential.
Key words: Agave americana, Agavaceae, etnobotany, flora of Perú
Los agaves son hierbas gigantes, perennes, que llamaron la atención de los conquistadores por su extraña presentación, como por la utilidad que le daban al hombre, mereciendo su aprecio en juicios como el de Gutiérrez de Santa Clara [1544-1548] “todo lo que la naturaleza pudo dar para vivir y aprovechar al género humano, lo puso en esta planta, así para vestir y calzar, comer y beber, como para la salud de los hombres...” Acosta [1590] lo llamó “árbol de las maravillas porque se obtiene de él vino, aguardiente, vinagre, miel, arrope, aceite, agujas, hilos, cuerdas”. Oviedo [1534] señala “es muy útil e buena hierba, porque se hacen de ella muchas cosas... en tiempos de necesidad…es manjar para suplir el hambre, e no de mal sabor. Porque aquella cepa o raíz en que nasce, se asa, e lo comen los hombres, no por dulce pasto; mas no teniendo otros manjares, éste no es dañoso ni empacha, e basta a sostener la gente”.
Se calcula que su relación con el hombre comenzó en Mesoamérica alrededor de 9.000 a 10.000 años, con el asentamiento e inicio de la agricultura. Diversos autores estiman que junto al poroto y el maíz, fue seguramente una de las primeras especies cultivadas en esta región. Es posible que en este proceso haya influido la facilidad del cultivo y la diversidad de aplicaciones.
El uso alimentario de la especie ha sido y es todavía muy importante, sobre todo en México donde existe una larga asociación cultural con el hombre. Los troncos y la base de las pencas de algunas especies se comen asados (Nota 1). Los tallos florales tiernos se pueden consumir asados o cocidos al igual que los bulbillos y las flores de algunas especies. El aguamiel, que es la savia de la planta, es un gran alimento que se toma como tal o concentrado en forma de miel o chancaca. Esta aguamiel, por diversos procedimientos, permite obtener bebidas estimulantes o fermentadas como el pulque, similar a una chicha, y del líquido obtenido del corazón asado, se producen por destilación, aguardientes de alta graduación alcohólica como el mezcal y tequila. Además de México y Mesoamérica, su utilidad como alimento ha sido señalada en todo el arco andino desde Colombia y Venezuela hasta Ecuador y Perú, donde se aprovecha el aguamiel la que es empleada para la fabricación de bebidas fermentadas, pero también consumida como aguamiel, miel o azúcar (chancaca).
Maguey era el nombre dado a la planta por los tainos de Haití, desde donde los conquistadores la llevaron y extendieron por toda la tierra firme, desplazando muchas veces los términos locales. Según Santamaría (1974) es hoy una voz genérica empleada desde México hasta Venezuela para denominar las especies de Agave que producen fibra o jugo, del cual se obtienen bebidas espirituosas. La voz azteca para denominar las especies cultivadas de Agave era metl (Cobo, 1653; Robelo, 1906). En Ecuador es llamado cabuyo, cabuyo negro, penco o chaguar (Gonzaga, 2005; UET, 2005).
En el Perú, además de los nombres introducidos como maguey, maguey mexicano, penca o cabuya, recibe los nombres (y sus variantes ortográficas) de ckara, chuchao, kellu-pancarita, packpa, pacpa, pajpa, pappa, pinca, mara, oje-pajpa, okce packpa (Soukup, 1970; SECAB, 1989). Cobo [1653] afirma “que en las dos lenguas generales del Perú se dice chauchau en la quechua; en la aimará, tauca. La voz quechua es también señalada por Garcilaso de la Vega [1601] quién escribe “los españoles la llaman magüey y los indios chuchau”. En Bolivia, además de maguey y agave se mencionan los nombres q´ellu pangarita en aymará y chunta p´ajra en quechua, según De Lucca y Zalles (1992) y chunta, chucha witika y pajpa (SECAB, 1989).
En este artículo se profundiza una información entregada anteriormente por la autora (Pardo, 2002), relativa a la recolección y empleo alimentario del aguamiel de Agave americana L. en la región del río Mantaro (Perú, Figura 1), colindante entre los departamentos de Huancavelica y Ayacucho. Aunque su elaboración y uso es muy local y restringido, creemos que merece mayor atención, dada la escasez de referencias sobre el tema, buscando darle mayor relieve al empleo alimentario, el que puede revestir importancia por tratarse de una especia bastante rústica, que por sus potencialidades podría ser un interesante cultivo alternativo en zonas con condiciones muy limitantes.
La investigación se basa en la observación directa y las conversaciones con la población rural en las zonas de producción, más el apoyo del material bibliográfico.
El nombre del género proviene del griego agavos que significa magnífico, admirable, hermoso o noble. Son plantas monocotiledóneas de la familia de las Agavaceae. Su historia taxonómica ha presentado problemas y hasta hoy existen discordancias entre los autores sobre los géneros que deben integrar la familia, así como dificultades para identificar y clasificar algunas especies. Fue incluida en la familia de las Amaryllidaceae y posteriormente entre las Liliaceae hasta 1934 en que Hutchinson repropone la familia Agavaceae, la que se conserva hasta hoy. El número de géneros de la familia no es claro; en el International Plant Names Index (IPNI) figuran los siguientes: Beaucarnea, Calibanus, Cordyline, Dasylirion, Dracaena, Furcraea, Hesperaloe, Nolina, Phormium, Sanseviera y Yucca. En tanto en el sitio web de la APG (Angiosperm phylogeny group, 2005) ha ampliado el concepto de la familia la que reuniría a unos 23 géneros con 637 especies.
El género Agave, fundado por Linneo en 1753 (Sp. Pl. 1753:461), es el más grande de esta familia y comprende un número cercano a las 300 especies, algunas no bien definidas desde el punto de vista botánico, mientras Gentry (1998) sostiene que existen más de 400 binomios, debido a los numerosos nombres varietales, que en muchos casos no están asociados a diferencias específicas claras.
Esta situación se explica en parte porque las flores, que son determinantes en la identificación de la especie, se pueden observar en un único escapo floral que se desarrolla al cabo de varios años, luego de lo cual la planta muere. También contribuye el hecho que muchos estudios taxonómicos han sido realizados sobre ejemplares cultivados en jardines botánicos europeos, por importantes taxónomos como Haworth (1768-1833), Moench (1794), Jacobi (hacia 1864-67) o Berger (a inicios del ‘900), los que probablemente nunca vieron un Agave en su lugar de origen, como lo señala Gentry (1998). La multiplicación clonal, frecuentemente usada en los jardines, se puede haber traducido en una diferenciación fenotípica, que no determina necesariamente la existencia de una especie diferente, a lo que se suma una gran facilidad de hibridación. Todo esto determina una clasificación taxonómica confusa.
Para Agave americana L. al igual que para todo el género, existen numerosos sinónimos. SECAB (1989) señala los siguientes para los países del Convenio Andrés Bello: Agave expansa Jacobi; Agave fuerstenbergii Jacobi; Agave milleri Haw; Agave ornata Jacobi; Agave picta Salm – Dick; Agave ramosa Moench. Agave spectabilis Salisb. (Nota 2); Agave variegata Hort.ex Steud, a las cuales Brack (1999) agrega A. virginica Millar.
A. americana es descrita como la especie tipo para el grupo (Americanae) y para todo el género (Gentry, 1998). Ha sido muy difundida desde hace muchos siglos especialmente por razones ornamentales, por lo que su área de distribución natural es especulativa e incierta, al punto que no es posible determinar su origen con certeza (Irish e Irish, 2000). Según Middendorf (1974), el área de dispersión es muy grande, encontrándose desde América Central hasta América del Sur y hasta los 3.400 msnm. Según este autor, esta especie sería la más difundida entre los agaves del Perú, aunque no es posible asegurar que él se haya referido exclusivamente a A. americana.
Es una hierba perenne, con hojas suculentas, que alcanzan hasta cuatro metros de diámetro y dos de alto ( Foto 1), con un tallo corto de donde nacen a modo de roseta, hojas sésiles, lanceoladas que pueden alcanzar dos metros, gruesas y suculentas, de hasta 25 cm. de ancho en la base, angostándose al extremo, planas, acanaladas, de color verde o gris pálido hasta fuerte, cubiertas de una cutícula lisa o levemente áspera, dentadas en el borde con espinas rectas, sinuosas o ligeramente curvadas, largas más de un cm. Las hojas terminan en un descollante aguijón apical, de color café oscuro o grisáceo, que puede alcanzar hasta 5 cm. de largo. Entre los 7 y los 10 años, la planta emite desde el centro de la roseta una espectacular inflorescencia de hasta 10 m. de altura, recta, gruesa hasta 40 cm. que termina en una enorme panícula con 15 a 35 umbelas ascendentes que crecen lateralmente desde el eje central y en las que brotan flores pediceladas, alargadas de hasta 9 cm. de color blanco amarillento sobre un ovario verdoso. El fruto es una cápsula oblonga de 4 a 5 cm. que contiene numerosas semillas alargadas de 6 por 8 mm. (Cerrate, 1988; Gentry, 1998; Brack, 1999; Irish e Irish, 2000).
La floración del maguey es la culminación de un proceso de crecimiento y acumulación del rosetón foliar, luego del cual la planta, completamente agotada perece, dejando una gran cantidad de hijuelos que retoñan libremente para proseguir el ciclo de reproducción asexuada.
El género Agave tiene su centro de origen y de diversidad en una amplia zona geográfica que se extiende desde el sudoeste de EEUU por el norte, hasta Nicaragua por el sur, incluyendo algunas islas del Caribe, aunque algunos autores amplían el área hasta el norte de Sudamérica (Chanzaro, 1989; González y Galván, 1992). Siendo originaria de regiones altas y semi desérticas, resulta resistente al frío y a la sequedad y puede considerarse una planta xerófita, pues soporta bien a las sequías, almacenando en sus hojas, durante la estación de lluvias, el agua que necesita para su conservación. Responde bien en el clima típico mediterráneo, con tal que reciba poca agua en verano. Muestra una amplia tolerancia a diversos tipos del suelo y se adaptan a todos los terrenos que no sean húmedos y pobres de substancias orgánicas, prefiriendo los suelos calcáreos, sueltos y pedrosos, secos y a pleno sol (Enciclopedia, 1952-1988). (Gentry 1998). Según Bucasov (1981) crece bien en las pendientes secas de los cerros y en conglomerados calizos sueltos, en estas condiciones produce una savia fluida y azucarada. Mientras en las mesetas y suelos arenosos en lugares planos, el líquido que se obtiene es espeso y menos azucarado.
En Perú, la especie crece silvestre y cultivada. Según Cerrate (1988), se la encuentra espontánea en la costa y en la sierra hasta 3.800 m. de altitud, aunque a esa altura las rosetas alcanzan apenas 2 m. de diámetro, mientras en la costa y sierras bajas pueden superar los 3 m. Middendorf (1974) la señala aún a 13 mil pies de altura (casi 4.000 msnm), indicando que “se las observa espontánea en las laderas de los cerros... entremezcladas con bromeliáceas, a veces se ve una ladera como si estuviera sembrada de esbeltos cirios, cuyas delgadas ramas terminales forman pirámides de flores”.
Generalmente se la emplea como cercos defensivos en las zonas escarpadas, áridas y rocosas, para rodear terrenos agrícolas y para formar barreras que protejan de la erosión las laderas, caminos o bordes de canales favoreciendo la estabilización del terreno (Middendorf, 1974; Brack, 1999) (Foto 2 y Foto 3). Consideraciones que coinciden con Carhuapoma y Portuguez (1996) quienes la señalan como especie empleada desde tiempos inmemoriales para estabilizar andenes y circundar las parcelas (Foto 4), mencionando además su potencialidad como suplemento en la alimentación de ganado, en la zona de altura que va de 3.000 a 3.800 msnm.
VALOR ALIMENTARIO DEL AGUAMIEL
La importancia de la especie como alimento está muy bien documentada en las crónicas, sobre todo para México. Hernán Cortés escribe en su segunda carta (1524) dirigida al Emperador, que en el gran mercado de Tlaltelolco se vendía “miel de unas plantas que llaman en las otras y estas (islas) maguey, que es muy mejor que el arrope, y destas plantas hacen azúcar y vino, que asimismo venden”. Señalada por Sahagún [¿1578?] “La miel que vende es espesa, y tan espesa que parece que está cuajada, muy dulce, sabrosa y a las veces véndela que raspa la garganta, agra o rala, que parece agua”. También fue registrada por Gutiérrez de Santa Clara (1544-1548) “sacan del tronco un agua como melicrato, que beben al tiempo que almuerzan o comen, cociéndola un poco porque es de mucha sustancia. En las partes que no tienen agua, especialmente en las provincias de los indios llamados otomíes, hacen esto”.
El aguamiel de agave es un líquido dulce, de sabor agradable, inestable, que si hace calor, debe ser procesado en el día para evitar la fermentación Gentry (1998, cit. a Massieu) señala que 100 gr. contienen 5,30 gr. de extracto no nitrogenado y 0,4 % de proteínas, cantidad esta última que aunque parece baja, es interesante por su composición en aminoácidos esenciales como: lisina, triptófano, histidina, fenilalanina, leucina, tirosina, metionina, valina y arginina. Contiene vitaminas del complejo B, niacina (0,4 a 0,5mg), tiamina y riboflavina, y entre 7 y 11 mg. de vitamina C (el jugo de naranja fresco contiene entre 15 y 55 mg. por 100 gr.), además de hierro, calcio y fósforo (Cravioto et al, cit. por Gentry, 1951).
La alimenticia savia del agave era empleada en sus diversas formas por muchos pueblos de norte y mesoamericana, así como en muchos otros países americanos. Su utilidad como alimento está señalada para algunas zonas de Colombia y Venezuela donde es cultivada y empleada también en la fabricación de una cerveza llamada “pulque”. Se recoge en toda la sierra ecuatoriana, especialmente en Imbabura, Loja y Cuenca, donde se toma en coladas con el agregado de arroz o cebada y también como bebida fresca o fermentada “para pasar el frío”, con el nombre de chaguarmishqui (chaguar: penco, mishqui: dulce) (El Mercurio, 2004; UET, 2005; Gonzaga, 2005).
Según
los informantes, de ella se obtiene la llamada “miel de México”
en Piura (Perú)
(Nota 3) o la
llamada también miel, mermelada o chancaca de “magué” en el valle
del Mantaro. El aguamiel es consumido al nivel familiar en Ayacucho (Perú),
como bebida caliente puede constituir el desayuno. Fermentada, permite obtener
una bebida similar al pulque conocida como chicha de “magué” (varios
informantes).
Cuando la planta llega a su madurez, comienza a engrosarse el meristema floral, anunciando la formación del vástago florífero. Esto ocurre según los informantes, en un tiempo que va de cinco a siete años, lo que parece condicionado por la calidad del terreno y a las condiciones climáticas. Los campesinos están atentos a este desarrollo y así prontamente actúan.
El operador se coloca de frente a la planta, haciéndose un camino, despejando las hojas que están rodeando la mata, para lo cual las corta a unos 30 o 40 cm. del suelo, de manera que le permitan acercarse sin herirse (Foto 5 y Foto 6). Continúa escindiendo y aproximándose a las hojas centrales, más tiernas e inmediatas al ápice vegetativo. Una vez alcanzado el centro, corta el meristema y con una barreta hace una cavidad en el centro de la planta, en la que se acumulará la savia (Foto 7, Foto 8 y Foto 9). La protegen cubriéndola con una piedra, un pedazo de hoja de la misma planta, un tarro u otro a fin de conservar la “humedad” del depósito e impedir que los animales domésticos, abejas insectos o pájaros, sean atraídos y vengan a libarse en el líquido (Foto 10). Esta técnica ancestral está documentada por Sahagún (¿1578?) quién señala “después que son ya grandes, cava o agujerea, o ahoya el meollo de ellos, y así ahoyados ráspalos muy bien para que mane la miel.”
Diariamente se retira la savia producida por la planta, que es llamada “aguamiel”, después de lo cual se raspa el fondo de la cavidad para evitar la cicatrización. Se utiliza para esto un objeto áspero y con bordes afilados (como una cuchara, un tenedor, un raspador) adelgazando de algunos milímetros el parénquima y profundizando la cavidad.
La recolección la hacen mujeres o niños, quienes premunidos de un tarro, tacita o jarro van retirando el líquido que acumulan y trasladan preferentemente en calabazas o en recipientes metálicos. Algunas personas lo retiran hasta 3 veces por día si hace mucho calor, aunque lo más corriente es sacarlo por la mañana y la tarde; otros indicaron que sólo lo recolectaban una vez al día (Nota 4).
A medida que avanza la madurez, aumenta el contenido de almidón y azúcares, mejorando el sabor. Según ASERCA (2000), en México la operación que permite obtener el aguamiel se realiza en los meses de primavera y verano, cuando florece el maguey y hay buen tiempo, ya que en periodo de lluvias se reduce el contenido de azúcares, mientras en verano que se concentra. En Perú también la cosecha se hace en época seca, argumentando que era necesario evitar que penetre agua de lluvia a la cavidad porque se malograría el líquido, impidiendo producir chancaca. Se señala además que los dos primeros días iniciales el aguamiel, es muy fuerte y no es apta al consumo humano, empleándose como alimento de cerdos. Se empieza a usar el líquido sólo a partir del tercer día.
Las cantidades de producción diaria son muy variadas. Mientras algunos informantes señalan 2 a 4 litros durante un mes, otros indicaron 8 litros y hasta 20 litros, cantidad ésta última que parece exagerada. También es imprecisa la información relacionada con el largo del período de producción que puede ir de 3 a 4 meses según algunos, hasta los ocho meses.
Bucasov (1981) señala para México un rendimiento diario es de 4 a 5 litros y un período de recolección de 4 a 5 meses. Citando a diversos autores registra una producción que puede ir desde 200 hasta más de 500 litros de aguamiel por pié, lo que resulta coherente porque aplicando los parámetros máximos de recolección diaria (5 litros) y de periodo de recolección (150 días) la producción podría alcanzar un máximo de 750 litros. La Enciclopedia Agraria Italiana (1952-1988) indica que una planta de Agave atrovirens puede producir hasta 2000 litros de aguamiel, o sea más de un quintal de azúcar (equivalente a un rendimiento de 5%) en terrenos áridos donde no se puede cultivar otra especie, haciendo notar la importancia económica que la producción puede revestir para la zonas donde crece. Cabe notar que si bien una producción de 2000 litros por pié puede ser exagerada, el rendimiento coincide con los niveles de azúcares indicados más arriba.
De la savia concentrada se obtiene miel, mermelada y chancaca. Lo registra Bartolomé de las Casas (hacia 1560) “si les dan uno o dos hervores al fuego era miel y si lo espesaban, buen azúcar.”
En Perú el proceso de elaboración observado es muy artesanal. Según informantes de Lircay, el aguamiel recolectado es transportado a la casa habitación donde se “cocina” diariamente. Se emplea una olla grande de greda, que se coloca en el fogón, revolviendo para evitar que se pegue al fondo, hasta que adquiere la densidad de miel, lo que toma alrededor de dos horas. Una cocción más prolongada permite la concentración hasta el punto de chancaca, luego de lo cual, se retira el producto del fuego y se vierte sobre “moldes” previamente preparados, donde se deja enfriar, lo que tarda alrededor de dos horas.
Los moldes se hacen socavando en un tronco, seis, ocho o más hoyos en forma de conos trucos de unos 3 cm de altura y 10 a 12 cm. de diámetro, en los cuales se vierte el líquido caliente. De esta manera el operador puede coger con facilidad el extremo del tronco, movilizando un buen número de moldes, para vaciarlos una vez que estén fríos. Cada pan tiene un volumen de unos 200 cc. y unos 300 gr. de peso (Foto 11). Según los informantes del valle del Mantaro y del pueblo de Lircay, los moldes se fabrican con madera de molle (Schinus molle L.), de pati (Carica augusti Harms.) o con el tallo floral del mismo agave (Agave americana).
Los panes de chancaca se amontonan en canastos o sacos quedando prontos para ser trasladados a los mercados locales, donde se exponen y se venden en dobles (Foto 12). Esta chancaca se prepara en la zona del río Mantaro y es vendida en la feria de Churcampa, aunque la comercialización llega a los mercados de la ciudad de Ayacucho, donde la autora la conoció, a Huancavelica y Huancayo. Sin embargo, dado su carácter local, es una producción prácticamente desconocida en el resto del país.
CONCLUSIONES
Aunque la obtención de aguamiel de agave y la producción de sus derivados está ampliamente documentada para México, las referencias para el Perú son prácticamente inexistentes. Se observa en la literatura que la especie se promueve y se recomienda para las zonas medias del altiplano andino (3.000 a 3.800 msnm) con el fin de obtener fibras, retener suelos e incluso como alimento para el ganado, pero las referencias para la alimentación humana son prácticamente inexistentes. Sin embargo, la chancaca de maguey se encuentra y se vende abiertamente en los mercados de Ayacucho, Huancavelica e incluso de Huancayo, lo que demuestra que el producto hace parte de una tradición que aún se conserva.
Las potencialidades del cultivo son grandes y las características alimenticias del aguamiel permitirían, localmente, mejorar y diversificar el valor nutritivo de la dieta. Como producto industrializado y comercializado en forma de aguamiel, miel o chancaca o como derivados fermentados, podrían ser una fuente alternativa de ingresos. Se encuentran referencias de venta de miel de agave no sólo en México, sino que hemos encontrado el producto envasado y “producido", en Alemania y comercializado en Italia (Foto 13).
En México, donde el cultivo y consumo de los derivados alcohólicos de agave se conoce desde tiempos prehistóricos, la producción ha alcanzado un enorme desarrollo. Allí se cultivan y se producen las variedades que mejor responden a las características ambientales de la región y a los productos que de ella se obtienen, las que permiten producir fermentados y destilados característicos, protegidos por la denominación de origen. Otros países muy lejanos, están hoy entrando a competir en este mercado con productos similares, aunque con otra denominación (el llamado agave spirit), como es el caso de Sudáfrica (Nota 5).
AGRADECIMIENTOS
A José Luis Pizarro, por las fotos y su determinante apoyo.
A todos las personas cuya valiosa información permitió realizar este artículo y en particular a don Manuel que nos mostró en el terreno como se trabaja la planta de agave para extraer el aguamiel.
A los siguientes informantes:
Alberto. 55 años. Comerciante. Ayacucho.
Ana Luisa. ± 45 años. Vendedora de plantas medicinales. Ayacucho.
Ana. ± 40 años. Artesana textil. Lima, originaria de Ayacucho.
Anita. > 40 años. Vendedora de plantas medicinales. Mercado de Ica.
Inés, > 60 años, vendedora de caramelos, Lima (originaria de Ayacucho).
Jardinero del parque Salaberry. 35 años. Lima, originario de Huancavelica.
Juan. 27 años. Jornalero en el valle del Mantaro.
Manuel. ± 60 años. Campesino. Mayocc, valle del Mantaro (Foto 5).
Margarita. < 40 años. Vendedora de plantas. Mercado de Huancayo.
María. > 50 años. Vendedora del mercado de Ayacucho.
Monica. 60 años. Funcionaria. Ayacucho.
Quispua, matrimonio. 30 y 40 años. Campesinos, originarios de Ayacucho.
Rosa. > 50 años. Profesora jubilada. Vendedora de plantas medicinales. Ica.
Sofía. 50 años. Profesora en Lima, originaria de Huancavelica.
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Pardo, O. 2005. El agave americano (Agave americana L.): uso alimentario en el Perú. Chloris Chilensis Año 8 Nº 2. URL: http://www.chlorischile.cl