Año 11. Nº 2


PLANTAS DE CHILE EN PARQUES Y JARDINES DEL MUNDO

 

 

Sebastián Teillier

Escuela de Arquitectura del Paisaje

Universidad Central de Santiago de Chile.

 

e-mail: steillier@yahoo.com.ar

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

 

Chile ocupa una superficie de 741.767 km2, con una longitud de cerca de 4.200 km y un ancho máximo de unos 400 km y mínimo de 90. La extensión latitudinal de Chile, que alcanza a unos 38 grados (17-56° ls), hace que su territorio se encuentre bajo la influencia de tres tipos principales de clima: desértico, mediterráneo y temperado (Figura 1). Esta diversidad de ambientes hace que la riqueza de la flora nativa alcance a unas 5.500 especies de plantas vasculares (Marticorena & Quezada 1985). En complemento, debido a las condiciones naturales de aislamiento geográfico en que se encuentra el territorio, la flora vascular de Chile continental alcanza un endemismo de cerca de 50% (Marticorena 1991). La región desértico-mediterránea del país ha sido declarada recientemente un hot spot de biodiversidad mundial (Arroyo et al. 1999, Mittermeier et al. 1999). La diversidad de ambientes vegetales y climas ha sido recientemente caracterizada por Luebert & Pliscoff (2006).

 

En términos históricos, la flora vascular de Chile se comienza a conocer en el mundo de los botánicos del hemisferio norte a partir del siglo XVIII. Este conocimiento se inicia con las visitas del sacerdote, astrónomo y botánico francés Louis Feuillée a los alrededores de varios puertos chileno. Linneo publica las seis especies que conoce de Chile teniendo como base las plantas colectadas por Feuillée: entre ellas, dos Alstroemeria: A. ligtu L. y A. pelerina L. (1762).

 

Los naturalistas ingleses hacen varias visitas a Chile. Destacan las expediciones del capitán James Cook en el Endeavour (1768-1771), quien trae a bordo a los jóvenes botánicos Joseph Banks y Daniel Charles Solander (alumno de Linneo); el 14 de enero de 1769 colectan en Tierra del Fuego por primera vez (Diario de Banks). En un segundo viaje, a bordo del Resolution (1772-1775), lo acompañan los botánicos Johann y Georg Forster (padre e hijo), y en diciembre de 1774 tocan tierra en Tierra del Fuego. Entre las plantas hoy usadas ampliamente como ornamentales describen a Drimys winterii J.R.Forst. & G.Forst., Embothrium coccineum J.R.Forst. & G.Forst.  y Nothofagus antarctica (G.Forst.) Oerst.

 

El abate Juan Ignacio Molina, sacerdote jesuita considerado como el primer botánico chileno, realiza numerosas descripciones de plantas nativas durante su exilio de Italia; éstas son publicadas en sus Compendio della storia geografica, naturale e civile del regno de Chile (1776) y Saggio sulla storia naturale del Chile (1782). Entre las especies usadas hoy como ornamentales descritas por él, que aún conservan su firma, están Crinodendron patagua Molina, Gevuina avellana Molina y Maytenus boaria Molina.

 

En 1712, Amadée Frezier visita las costas de Chile y Perú. En Chile colecta plantas de Fragaria chiloensis (L.) Duchesne,  la frutilla o fresa, las que regala a A. Jussieu para que las plante en el Jardín Botánico Real de París.

 

Los españoles Hipólito Ruiz y José Pavón, y el francés J. Dombey, hacen uno de los aportes más importantes al conocimiento de la flora nativa; ellos formaban parte de la principal expedición botánica enviada por el rey de España a América del Sur (1778). A Chile vienen entre el 27 de enero de 1782 y el 3 de noviembre de 1783, y describen, entre muchas otras, una de las plantas más emblemáticas del país: Lapageria rosea Ruiz et Pav., (Philesiaceae), hoy declarada “flor nacional”.

 

En el siglo XIX, cuando el país ya se ha independizado de España, comienzan a llegar las expediciones que combinan la colección científica con el interés de llevar plantas nativas para cultivarlas en los jardines, principalmente de Inglaterra. Entre muchos naturalistas que nos visitan están E. Poeppig, J. Miers, A. Caldclugh, F. Meyen, J. Weddell, J. Mac Rae, T. Bridges. El interés de los horticultores ingleses por la colección de plantas chilenas se expresa muy especialmente en los viajes de Lobb (1842-1844) y Pearce, quienes introducen numerosas plantas chilenas en Inglaterra, tales como Lapageria rosea, Philesia magellanica J.F. Gmel., Escallonia rubra Pers. var. macrantha Reiche, Embothrium coccineum y Desfontainia spinosa Ruiz et Pav., entre otras.

 

 

Especies nativas utilizadas actualmente en el mundo como ornamentales

 

A partir de datos obtenidos de literatura sobre plantas ornamentales, particularmente del hemisferio norte (Bailey 1949, Perry 1981, Brickell 1990), se llega a la conclusión de que existen, al menos, unas 134 plantas nativas de Chile consideradas “ornamentales” (Tabla 1), de ellas unas 40  serían endémicas del país.

 

Desde el punto de vista taxonómico, la gran mayoría son Angiospermas, entre las que destacan por número las dicotiledóneas; entre las familias, poseen el mayor número de especies Scrophulariaceae s. l. y Cactaceae; entre los géneros, destacan Calceolaria (9 especies), Nothofagus (5) y Tropaeolum (5).

 

Si se considera la distribución geográfica (Figura 2), la mayor parte de las especies poseen una distribución de tipo “mediterránea”; es decir, su rango en Chile se extiende entre los 33 y 38° ls. Éstas son seguidas por el elemento “valdiviano” o temperado, que se extiende desde los 38° ls. hasta Tierra del Fuego por la vertiente occidental de los Andes. Un menor número son de distribución desértica o patagónica; y no se encontraron especies “puneñas” provenientes del altiplano del norte del país.

 

Si se analizan las formas de crecimiento de las especies, el grupo mejor representado son las hierbas perennes, seguidas por los arbustos y los árboles; sorprende la escasa participación de las hierbas anuales (Figura 3).

 

Si se relaciona el tipo de distribución geográfica con la forma de crecimiento, entre las mediterráneas predominan las hierbas perennes y los arbustos; entre las “valdivianas” se registra un marcado equilibrio entre árboles, arbustos y hierbas perennes; y finalmente, entre las de distribución desértica existe un claro predominio de las suculentas-cactáceas (Figura 4).

 

Uso de especies nativas en paisajismo en Chile

 

En 1935, Oscar Praguer, un diseñador alemán avecindado en Chile, incorpora especies nativas a los diseños de plazas y jardines, particularmente árboles esclerofilos de Chile mediterráneo. Una de sus principales creaciones fue el parque Balmaceda ubicado en el límite entre Santiago y la comuna de Providencia, donde combinó especies siempreverdes europeas como Quercus ilex L. y Q. suber L. con nativas como Cryptocarya alba (Molina) Looser y Beilschmiedia miersii (Gay) Kosterm. Su ejemplo, sin embargo, fue seguido por pocos diseñadores. Histórica y actualmente, en los espacios verdes privados se utilizan solo aquellas especies nativas que se han consagrado en el ámbito internacional y por ende son fáciles de encontrar en los viveros, tales como los híbridos de fucsia (basados en F. magellanica Lam.), de Calceolaria, algunas Escallonia, Azara y ciertas mirtáceas (Luma) que se utilizan por su parecido con Myrtus. Por su porte escultural, de acuerdo con la dimensión de los espacios, también se incorporan árboles como Araucaria araucana K.Koch., particularmente en el sur del país.

 

Si bien la utilización de plantas nativas varía según la región geográfica del país, su poca frecuencia en parques y jardines –y particularmente en los espacios públicos– es un rasgo común a todo el territorio. A modo de ejemplo citamos un trabajo realizado en los espacios públicos (calles y parques) de la ciudad de Curicó (Lozano 1999), un ámbito con influencia del clima mediterráneo (34° 58’ ls-71° 13’lw, 225 msnm). Los resultados informan que de cerca de 180 especies leñosas utilizadas como ornamentales, sólo 8% correspondían a nativas, que alcanzaban cerca de 10% de la abundancia.

 

 

Uso de plantas nativas en paisajismo: ¿moda o tendencia?

 

Desde la década de 1990 existe, sin embargo, una importante tendencia a incorporar plantas nativas en los jardines y parques de Chile. Numerosos profesionales diseñan utilizando las especies nativas; empero, aún son difíciles de encontrar en los viveros, lo que continúa desalentando su uso.

 

Si bien no existe un sustento “ideológico” evidente detrás de la postura de la utilización de plantas nativas en paisajismo, por lo menos para el caso de la región con clima de tipo mediterráneo la propuesta se sustenta en la “adecuación” del paisajismo a las características del clima, en pro de la sostenibilidad de las áreas verdes y la reducción del consumo de agua potable para riego urbano. Para dar una base científica a esta tendencia, en el último tiempo ha aumentado sensiblemente la literatura sobre especies nativas que se recomiendan como ornamentales: Hoffmann 1995, Riedemann & Aldunate 2001 y 2003, Riedemann et al. 2006 y 2008, Rodríguez et al. 2005, entre otros.

 

 

Plantas nativas ornamentales, recurso genético en un mundo globalizado

 

El prestigio de las especies nativas usadas como ornamentales en los países desarrollados ha aumentado. Un ejemplo particularmente actual corresponde a la producción de híbridos de Alstroemeria, que se han hecho conocidos en apenas unos quince años. Estos híbridos se han obtenido mediante el cruzamiento de especies nativas, como A. aurea y A. ligtu, y endémicas, como A. pelegrina.

 

Lo anterior lleva a la reflexión sobre el futuro de otras especies nativas con potencial ornamental que pueden ser mejoradas en otros países mucho antes de que se aprecien en Chile. En estos días, en el mundo existe una fuerte tendencia a reconocer la necesidad de limitar la “exportación” de genes, es decir, la venta de semillas a empresas transnacionales de mejoramiento de especies. Si bien es cierto que numerosas plantas que han salido de Chile actualmente constituyen un buen negocio, también lo es que hasta en tiempos recientes en Chile existía un muy bajo interés por el trabajo de mejoramiento y “domesticación” de esas especies. Como se dijo, el germoplasma de Alstroemeria ha estado enviándose al extranjero apenas en los últimos veinte años, período en el que las empresas del rubro han generado un número grande de híbridos de cultivo que ahora se utilizan... incluso en Chile.

 

Esta tendencia a menospreciar el valor ornamental de la flora de Chile, por un lado, y a “llorar sobre la leche derramada” en cuanto a la pérdida del “patrimonio genético” cuando se observa cómo las especies nativas son una importante fuente de ingresos para otros países, por otro lado; se debe revertir mediante un compromiso de trabajo conjunto entre el Estado, los investigadores y los cultivadores. Ningún proteccionismo aduanero de semillas u otros propágulos tendrá efecto si en nuestro país no se comienza con la domesticación y el cultivo de las especies ornamentales promisorias. Por la naturaleza del problema (semillas y bulbos pequeños, fáciles de ocultar), no hay modo de impedir la exportación "ilegal" de material genético. Es imprescindible que el país, mediante el ministerio de Relaciones Exteriores, lleve a cabo una política activa para tener participación en los royalties obtenidos por la venta de especies ornamentales que contengan genes de plantas endémicas de Chile; o por lo menos obtener gratis licencias para cultivar y exportar esos cultivares.

 

Al respecto, cabe destacar lo que viene haciendo en Chile el Fondo para la Innovación Agrícola (URL:http:// www.fia.cl), dependiente del Estado, que ha financiado proyectos que apuntan al mejoramiento de especies endémicas y nativas de geófitas de bulbo (tecofiláceas, iridáceas,alliáceas y amarilidáceas) y al cultivo de helechos nativos de uso ornamental, especialmente en arreglos florales; así como programas especiales para el mejoramiento de Leucocoryne (Alliaceae) y para desarrollar la investigación sobre el cultivo orquídeas nativas.

 

Finalmente, el cultivo ex situ de plantas nativas es, además, una ayuda excelente a la conservación, ya sea en forma directa, mediante el cultivo de especies amenazadas, o indirecta, mediante la generación de actitudes de aprecio de las especies flora nativa, lo que redunda en la conservación de comunidades y paisajes.

 

 

AGRADECIMIENTO

La descripción del descubrimiento botánico de Chile sigue básicamente a Marticorena (1995).

La edición del texto es de Carolina Teillier.

El artículo se basa en una ponencia presentada en las XXIX Jornadas Argentinas de Botánica y XV Reunión anual de la Sociedad Botánica de Chile. 20-23 de octubre de 2003. Agradezco la invitación de la Dra. Zulma Rúgolo de Agrasar.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

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Citar este artículo como:

 

Teillier, S. 2008. Plantas de Chile en parques y jardines del mundo. Chloris Chilensis Año 11 N° 2.
URL: http://www.chlorischile.cl


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